ROME (AP) — La pregunta está en el aire. ¿Qué tanto pesa el aval de un Papa en retirada para la próxima elección?
No, no se trata precisamente de la elección de su sucesor al frente de la Iglesia católica. Hay otra elección clave aún más próxima, cuando los italianos concurran a las urnas el domingo para escoger nuevo primer ministro. Y mientras en el país reina un tono solemne tras el anuncio de la histórica renuncia de Benedicto XVI, la “visión moral” del primer ministro Mario Monti podría recibir un espaldarazo en detrimento de su rival, el pintoresco Silvio Berlusconi, plagado de escándalos.
Aunque una gran mayoría de católicos italianos no asiste regularmente a la misa dominical, el Vaticano tradicionalmente ejerce influencia sobre la política de Italia, una nación donde los demócratas cristianos dominaron el panorama político durante décadas. Prácticamente todo lo que el Papa dice o hace es noticia de gran repercusión. Y Benedicto XVI no ha ocultado su preferencia por Monti, un católico practicante, a quien recibió cálidamente el sábado en una de sus últimas audiencias privadas con un líder político italiano.
Por otra parte, el Vaticano ha manifestado su horror por la serie de escándalos de sexo y corrupción en torno del multimillonario Berlusconi, magnate de los medios de comunicación. Y con la dignidad de la transición papal en la mente del público, la clara preferencia de Benedicto por Monti podría hacer que los votantes pensaran dos veces antes de respaldar a un hombre que se ha convertido en sinónimo de un modo de vida amoral y egoísta.
Los expertos advierten que el factor papal no cambiará las preferencias de los electores. Pero está claro que los candidatos podrían estar adaptando su retórica al espíritu prevaleciente.
El candidato favorito en las encuestas, Pier Luigi Bersani, que como veterano de la izquierda italiana abraza una visión ética más secular, desestimó la cuestión de la “moralidad” en un acto proselitista el domingo en la región crítica de Lombardía. Aunque procede de una tradición política diferente de la de Monti, que pertenece a la centro-derecha, los dos ponen énfasis en una reforma económica que podría permitirles asociarse en un futuro gobierno de coalición.
La justicia italiana prohíbe la publicación de encuestas de opinión en las dos últimas semanas antes de las elecciones, por lo que es difícil determinar si el foco de atención que se ha volcado súbitamente en los asuntos religiosos ha hecho que los votantes católicos indecisos se inclinen por Monti, el único católico practicante entre los principales candidatos.
Pero una foto con el Papa es un regalo del cielo para un candidato político italiano. Que Benedicto haya hecho un lugar en su agenda en los últimos días de su papado para conversar en privado con Monti refleja tanto la importancia acordada a la relación entre Italia y la Santa Sede, como también la preferencia del Vaticano por Monti.
El sábado por la tarde, ante la ávida curiosidad de las cámaras, el Papa saliente y el primer ministro interino se saludaron cordialmente y posaron sonrientes uno junto al otro en el Palacio Apostólico.
Si a los rivales de Monti no les hizo gracia, no lo reflejaron públicamente.
El Corriere della Sera, de Milán, comentó sobre la despedida de Benedicto con Monti que ningún otro político se atrevería a manifestar públicamente que su rival recibía un apoyo injusto por temor a una repercusión negativa ante los católicos devotos.
De todos modos, “el silencio de los partidos no oculta el disgusto sentido en algunos ámbitos por una cita en el umbral de la votación”, escribió el Corriere.
El mítin dominical de Bersani, el último de su campaña, incluyó un orador sorpresivo, el ex primer ministro Romano Prodi, católico practicante que ha derrotado a Berlusconi en el pasado y que era visto con buenos ojos por el Vaticano durante sus dos períodos en el gobierno. ¿Coincidencia? ¿Estrategia?
Monti, economista respetado internacionalmente, cuenta claramente con el apoyo del Vaticano.
En el día de Navidad, cuando Benedicto instó a los italianos a reflexionar sobre una “jerarquía de valores” al tomar decisiones importantes, la prensa nacional interpretó el mensaje como un virtual aval a un segundo término de Monti. Tres días después, Monti anunció que encabezaba una coalición integrada por centristas, líderes empresariales y otras fuerzas pro-Vaticano que respaldaban su visión “ética” de la política.
En general, las encuestas han indicado que Monti necesitaría un milagro para ganar. Pero está en buena posición como para ser el fiel de la balanza que decida la composición de un nuevo gobierno de coalición, en el que se supone podría ejercer una influencia considerable.
Benedicto no formuló comentarios públicos sobre su audiencia final con Monti. Pero el Vaticano dijo que ambos compartieron “un encuentro particularmente cordial e intenso”. El pontífice también recibirá al presidente italiano, pero después de las elecciones.
“Cualquier cobertura es buena para Monti”, dijo James Walston, un profesor de ciencia política en el Universidad Americana de Roma, sobre el posible efecto de la audiencia papal.
Incluso los analistas políticos que dudan de la influencia de la Iglesia sobre los votantes italianos están de acuerdo en que los principales candidatos tienen en mente las sensibilidades católicas.