SAO PAULO (AP) — Bajo presión después de más de una semana de protestas en todo Brasil, la presidenta Dilma Rousseff dijo el lunes que su gobierno gastará 23.000 millones de dólares más en transporte público y anunció cinco rubros en que los líderes se concentrarán para acelerar la reforma política y la mejora de los servicios públicos.
Rousseff hizo el anuncio tras reunirse con líderes de un grupo de activistas que piden transporte público gratis, el cual inició las primeras manifestaciones hace más de una semana y ha convocado a nuevas protestas para el martes. La presidenta también habló con gobernadores y alcaldes de 26 ciudades para discutir formas de lograr mejoras sustanciales
“Quiero repetir que mi gobierno escucha a las voces democráticas. Tenemos que aprender a escuchar las voces de la calle”, dijo Rousseff al comenzar la reunión con los gobernadores y alcaldes. “Todos sin excepción debemos entender estas señales con humildad y exactitud”.
Aunque no ofreció detalles, la presidenta dijo que presionaría por un debate para celebrar un plebiscito en torno a la reforma política y afirmó que todos los niveles del gobierno deben concentrarse en cinco prioridades: la responsabilidad fiscal y el control de la inflación, la reforma política, los servicios médicos, el transporte público y la educación.
Los manifestantes han llenado ciudades en todo este enorme país para manifestar un amplio abanico de quejas, como los malos servicios públicos y el gasto multimillonario en los preparativos para el próximo Mundial de fútbol y los Juegos Olímpicos de 2016.
Mayara Longo Vivian, uno de los líderes del movimiento que pide transporte público gratis que se reunieron con Rousseff en Brasilia, dijo que el grupo no recibió información de medidas concretas y que “la lucha continuará”. El movimiento trabaja desde 2006 para eliminar el cobro del transporte público.
Vivian se refirió a los miles de millones de dólares que el país gasta para ser sede del Mundial, diciendo: “Si tienen dinero para construir estadios, tienen dinero para no cobrar el pasaje” en el transporte público.
“La gente está en la calle, la izquierda está en la calle, con agendas legítimas”, expresó. “Sólo con medidas concretas del Estado se solucionará esta situación”.
El lunes fue el comienzo de un enfoque más directo y personal de Rousseff de cara a las fuertes críticas de que no se había pronunciado lo suficiente durante las protestas de la semana pasada. La mandataria le habló al país el viernes pasado, una semana después de que comenzaron las protestas y un día después que casi un millón de personas se lanzaron a las calles en manifestaciones a veces violentas.
Desde entonces, las manifestaciones se han reducido en tamaño y alcance.
El lunes hubo algunas protestas aisladas y dos mujeres perecieron cuando un automóvil las atropelló al tratar de bloquear una carretera en el estado de Goiás, cerca de Brasilia, la capital del país. La Patrulla de Carreteras de Goiás informó que el conductor se dio a la fuga y lo están buscando.
Las protestas en el estado de Sao Paulo también bloquearon el acceso por tierra al mayor puerto del país, en Santos, lo que causó un fuerte embotellamiento de camiones de carga que trataban de descargar sus productos. En Brasilia, un grupo de unos 300 estudiantes que protestaban contra la corrupción bloquearon algunas calles, al tiempo que se esperaba una protesta por la noche en Río de Janeiro.
Expertos señalaron que los manifestantes, aunque desorganizados en su mayoría, controlaban la situación gracias al apoyo de la mayoría de los brasileños, como indican recientes encuestas de opinión, lo que abre una puerta a concesiones a sus demandas de menos corrupción y mejoras a los malos servicios públicos del país.
Algo que complica la situación es el empeoramiento de la situación económica de Brasil. El gobierno ha enfrentado apuros por la desaceleración económica y el aumento de la inflación, lo que dificulta un aumento del gasto en los servicios públicos. Las autoridades también están invirtiendo miles de millones de dólares, no sólo en la Copa Confederaciones de fútbol que se desarrolla en estos momentos, sino la próxima Copa del Mundo y los Juegos Olímpicos.
“En Brasil habrá varias olas de protestas”, dijo Guillermo Trejo, profesor de la Universidad de Notre Dame, de Estados Unidos, que se dedica a investigar las protestas sociales en América Latina. “Este ciclo perderá fuerza pero es probable que regresen las protestas una vez que la atención de los medios sobre la Copa Confederaciones ceda”.
Pero el próximo año pudiera ser complicado, en momentos que Rousseff enfrenta la reelección, dijo Trejo. Las protestas han sido las mayores de su tipo en Brasil en por lo menos dos decenios.
“Las elecciones presidenciales siempre son un gran imán para las protestas y la celebración de eventos como la Copa del Mundo significa que habrá más oportunidades (para protestas)”, acotó Trejo.
Tres cuartas partes de los brasileños apoyan las manifestaciones, indican las encuestas, y exigen más a cambio de los fuertes impuestos que pagan. De hecho, los brasileños pagan más en impuestos como proporción del producto interno bruto que cualquier otro país fuera de mundo en desarrollo.
Eurasia Group, firma estadounidense de asesoría de riesgo político, expresó el lunes que la presidenta brasileña está “formulando una estrategia que trata de generar un sentido de progreso en relación con las demandas de los manifestantes a la vez que evitar un mayor gasto público” en momentos que enfrenta un reto doble: uno en las calles y una crisis de confianza en los mercados financieros.
“Su equipo económico es consciente de que tiene poco espacio para invertir más con el fin de satisfacer las exigencias de los manifestantes”, expresó la nota.
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Los periodistas de The Associated Press Bradley Brooks, desde Sao Paulo, y Marco Sibaja, desde Brasilia, reportaron para este despacho.