CIUDAD DEL VATICANO (AP) — El cónclave está impregnado de misterio, y así es como le gusta a la Iglesia católica.
Después de todo, los rituales elaborados y los velos de hermetismo son fundamentales para la mística papal, vista como el elemento que une a los feligreses en la fe.
Pero en este cónclave, la Iglesia parece estar haciendo ciertas concesiones ante la claridad instantánea que se espera en la era de internet. Sólo hay que ver las gruesas columnas de humo negro que salieron de la chimenea de la Capilla Sixtina el martes y el miércoles para informar al mundo que la votación no había logrado elegir a un nuevo papa.
Fue un enorme contraste comparado con los cónclaves pasados, en los que reinó la confusión sobre el color el humo, y en los que los peregrinos reunidos en la Plaza de San Pedro gritaban: “¡Es blanco…. no, no… es negro!”.
El ritual mismo del humo se remonta a hace más de un siglo. E independientemente de las cuestiones del color, el Vaticano no tiene intención de cambiar la tradición ahora, ya que —dice— la incertidumbre es parte de la belleza del proceso.
“Un poco de suspenso es bueno para todos nosotros”, dijo el portavoz del Vaticano, el reverendo Federico Lombardi. “No esperen una precisión de reloj suizo”.
El misterio es una idea primordial de la fe católica. Su más profundo significado es que algunas partes de la fe son ininteligibles mediante la razón y el intelecto exclusivamente. El incienso, los cantos gregorianos, las campanas y otros componentes de la liturgia son vistos como manifestaciones de este concepto.
En el cónclave, es el misterio del Espíritu Santo y no los intereses políticos el que se supone guía a los cardenales para hacer su elección, aunque todo mundo sabe que, en realidad, la política desempeña un papel importante.
Pero los cónclaves no siempre fueron secretos.
Alguna vez fueron actos públicos atestiguados por cientos de personas ordinarias que veían la votación como uno ve un evento deportivo. Y la política era un factor mucho más abierto que hoy. De hecho, hasta el siglo XX, algunos monarcas europeos podían vetar al elegido por los cardenales.
Ahora reina un hermetismo total y están prohibidos los teléfonos celulares, las computadoras y todo aquello que conecte a los cardenales electores con el mundo exterior.
“Gracias a Dios aún existen todas las buenas cosas a la antigua, como quemar las boletas y la chimenea”, dijo Greg Burke, un ex corresponsal de Fox News que hoy es asesor de comunicaciones para el Vaticano.
“¿Qué puede ser más viejo que una señal de humo? Es grandioso que sea eso y no una de esas cosas electrónicas para votaciones que prenden una luz verde o roja”, agregó.
“¿Por qué es tan emocionante un cónclave?”, preguntó. “Porque no sabemos lo que está pasando allí y no vamos a saberlo hasta que salga humo”.
En 2005, para el cónclave en que se seleccionó a Benedicto XVI, el Vaticano intentó algo nuevo con la fumata debido a las quejas por el cónclave de 1978. Se instaló una segunda estufa que producía humo de un compuesto químico elaborado por los propios técnicos del Vaticano. El humo de las boletas quemadas en la primera estufa y el coloreado de la segunda se unían en un solo conducto que se conectaba con la chimenea.
Pero esa solución no hizo más clara la distinción entre el humo negro y el blanco.
El reverendo Thomas Rosica, un portavoz del Vaticano, dijo que algunas sustancias químicas han remplazado permanentemente a la paja húmeda que se usaba para crear el humo negro. La claridad y abundancia del negro en esta ocasión muestra que el Vaticano realmente ha mejorado su tecnología.
El reverendo Thomas Reese, un jesuita experto en el Vaticano, se quejó en los días previos a este cónclave de que, aunque le gustan las señales de humo, la incertidumbre sobre su color lleva la tradición demasiado lejos.
“Esto no es misterio, es incompetencia”, dijo.
Quizá la Iglesia católica finalmente esté aprendiendo de sus errores.
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Rachel Zoll contribuyó a este despacho.