WASHINGTON (AP) — La decisión de Rusia de otorgar asilo a Edward Snowden molestó al gobierno de Barack Obama y encolerizó al Congreso. Pero si Estados Unidos no estaba preparado para abandonar su exasperantemente difícil relación con Rusia a causa de la defensa antimisiles, los derechos humanos o la guerra civil en Siria, es improbable que sólo el ex empleado de inteligencia que reveló la existencia de programas secretos de espionaje estadounidense amargue irremediablemente los lazos entre las dos potencias.
Después de que Snowden saliera de la zona de tránsito de un aeropuerto de Moscú para entrar oficialmente en Rusia el jueves, la Casa Blanca se declaró “extremadamente decepcionada” y sugirió que el presidente Obama podría reconsiderar la reunión en Moscú con el mandatario Vladimir Putin en septiembre.
Los legisladores estadounidenses amenazaron más, desde exigir que Rusia pierda el derecho de organizar la cumbre de las economías más grandes del mundo, hasta cuestionar si Washington y Moscú pueden seguir cooperando en algo. Algunos miembros del Congreso han hablado de boicotear los Juegos Olímpicos de Invierno del próximo año en la ciudad rusa de Sochi.
“La decisión de Rusia es una vergüenza y un esfuerzo deliberado para avergonzar a Estados Unidos. Es una bofetada en la cara de todos los estadounidenses”, dijo el senador republicano John McCain. “Ahora es el momento de repensar nuestra relación con la Rusia de Putin”.
Sin embargo, la represalia contra Moscú tiene un costo. Putin ha demostrado durante más de una década en el poder que va a responder a lo que perciba como ofensa por parte de Estados Unidos, ya sea en la forma de una red de defensa antimisiles en Europa o el apoyo estadounidense a las manifestaciones a favor de la democracia en Ucrania, Georgia y otros países vecinos. Y pese a todo el discurso duro en Washington, Estados Unidos sabe que necesita Putin para promover una amplia gama de intereses de seguridad nacional estadounidense y ha tratado de moderar su reacción a las provocaciones de Putin.
Sin la ayuda del Kremlin, a Estados Unidos se le complicará contener a grupos terroristas en el sur del Cáucaso, asegur las rutas de suministro a las tropas estadounidenses en Afganistán o impedir que Irán desarrolle armas nucleares. Tampoco tendrá posibilidad de persuadir al presidente sirio Bashar Assad para que se una a los rebeldes en las conversaciones de paz en Siria.
Por eso, la primera reacción del gobierno estadounidense al asilo concedido a Snowden fue condenatoria pero prudente.