RIO DE JANEIRO (AP) — El “funk” de Río de Janeiro no es música de la década de 1970, es el sonido de una ciudad que no aparece en las postales, es la música negra de las favelas que mezcla ritmos como el rap, el hip hop y el soul con letras que describen la realidad de los pobres y gana cada vez más seguidores.
Algunos subgéneros del funk glorifican el estilo de vida de los narcotraficantes, como los narcocorridos mexicanos, otros sirven como un escape del trabajo y las dificultades de la vida cotidiana. Los enormes bailes funk duran más allá del amanecer y están llenos de jóvenes y algunos narcotraficantes con cadenas de oro y armas en barrios alejados del control de la policía. Las mujeres casi desnudas con tacones altísimos actúan las letras sexualmente explícitas de las canciones con bailes totalmente reveladores.
Para muchos en Río de Janeiro las favelas están muy lejos y el funk es la única forma de acercarse a su historia, dijo Adriana Facina, profesora en la Universidad Federal de Río de Janeiro que estudia el movimiento funk.
“Todo el arte es una forma de comunicación y el funk permite la autoexpresión de una población que en una sociedad como la nuestra está oprimida y no tiene voz en los canales formales, en los medios masivos”, dijo Facina.
Muy pocos artistas como M.C. Naldo y Buchecha, han llegado a los principales canales de televisión, la mayoría de los artistas funk y sus admiradores se han visto obligados a pelear en las cortes, las calles y los diarios para tener respeto, repitiendo las dificultades que tuvieron los pioneros de la samba, la capoeira y las religiones afrobrasileñas.
La capacidad del funk de entretejer otras realidades en la narrativa oficial de Río quedó clara en noviembre cuando la policía arrestó al principal narcotraficante de Rocinha, un enorme barrio miserable en medio de dos de los barrios más ricos de Río de Janeiro.
Los noticieros locales presentaron la nota con gusto, pero no todos celebraban que el narco Antonio Bonfim Lopes hubiera sido capturado. Poco después de su arresto las visitas a un video de la canción de MC Godo “Salvei minha filha” en YouTube se dispararon. El video muestra fotografías de narco sonriendo con los residentes de Rocinha y las letras retratan a Lopes no sólo como un capo violento, sino como un padre que se volvió delincuente para tener dinero para atender a su hija gravemente enferma.
“La gente me juzga, pero no conocen mi historia”, dice la canción. “La sociedad sólo sabe criticar, pero es fácil hablar cuando no estás en mi lugar”, agrega, para concluir: “Soy un ciudadano más que no tenía opción”.
En los últimos cinco años el género ha aumentado su alcance y su aceptación ha sido mayor, con la ayuda de una asociación de artistas funk y admiradores, Apafunk, así como el apoyo de legisladores liberales. Su potencial comercial tampoco puede pasarse por alto, una encuesta reciente realizada por el centro de investigaciones brasileño Fundación Getulio Vargas reveló que los DJ y los raperos del funk generan cerca de 720 millones de dólares al mes en ingresos.
Una ley en 2007 que prácticamente prohibía realizar fiestas funk al aire libre en las favelas fue derogada en 2009, y el género musical fue reconocido como un “movimiento cultural”. Los duelos de danza entre ejecutantes del “passinho” un tipo de breakdance relacionado con la escena funk de Río tienen ahora empresas que los patrocinan.
“Estamos presenciando la institucionalización del funk”, dijo Julio Ludemir, escritor y productor cultural involucrado en la organización de batallas de passinho. “Está siendo aceptado por la élite blanca, pero es muy complicado, al igual que el samba, empiezas por crear espacios para que la clase media venga a bailar. Ahora el samba no es para los pobres, es para la clase media, para turistas, para gente de Sao Paulo”.
Cuando la policía toma las favelas para recuperar el control territorial de áreas que han estado por mucho tiempo en manos de los narcos, una de sus primeras acciones es terminar con los escandalosos bailes. La policía le pide a los residentes que soliciten un permiso especial para hacer una fiesta funk, dijo Ludemir. Esas comunidades son una fracción de las casi 1.000 favelas en el estado de Río de Janeiro, pero el cambio es notorio.
“El baile pierde su primera característica, ser realizado al aíre libre, para toda la comunidad”, dijo Ludemir. “El funk aceptado por la policía es privatizado, es en interiores y tienes que pagar para entrar, tiene un horario controlado y es el final de la diversión para los pobres”.