CARACAS, Venezuela (AP) — Es un sitio humilde, enclavado en una ruidosa calle de un barrio pobre de Caracas que mira por lo alto al palacio presidencial de Venezuela y más allá, a la altísima montaña Ávila.
Esta capilla del pueblo, cuyo nombre “Santo Hugo Chávez del 23” está escrito con pintura blanca en la entrada, ha sido visitada por decenas de miles de venezolanos para rendir homenaje al que fue presidente para unos y “santo” para otros.
Debajo de un sencillo techo de lámina, hay girasoles, veladoras, gotas de cera seca que son el testimonio de todos los que han venido desde que Chávez murió de cáncer el 5 de marzo. Todavía vienen al barrio 23 de Enero, a sólo unos pasos de las barracas que utilizó el joven Chávez, entonces comandante del batallón de paracaidistas, en un fallido golpe de Estado el 4 de febrero de 1992.
En una pared hay una imagen de Jesús, quien carga la cruz junto a Chávez, vestido con uniforme militar y boina roja, saludando. “Dios con nosotros. ¿Quién contra nosotros?”, dice en el cartel.
La Iglesia católica en Venezuela ha objetado las comparaciones de Chávez con Jesucristo o que lo describan como santo.
No importa. Aquí no hay ese tipo de objeciones.
“El nuestro santo de los pobres”, dijo Eva García, de 45 años, quien acude todos los días a la capilla después de trabajar como organizadora comunitaria en las oficinas municipales.
Elizabeth Torres, de 48 años y madre de seis, coloca en el piso una pequeña taza de café recién preparado ante una pequeña estatua de Chávez. El fallecido presidente era conocido por beber a sorbos y saborear una taza tras otra durante sus frecuentes y maratónicos discursos ante la nación.
“Es por eso (que) le traigo café. Cada día. Por corazón”, dice Torres.
La mujer baila un momento con la música que se escucha desde un camión que pasa cerca y que pide a los habitantes votar por el elegido de Chávez, Nicolás Maduro, en la elección presidencial. Torres trae aretes de colores azul, amarillo y rojo con la imagen de Chávez y de su cuello pende un rosario rojo adornado con el rostro del presidente.
“Sigue siendo nuestro comandante supremo”, agregó Torres con una sonrisa relajada que sugiere que el trauma de la muerte de Chávez ya pasó y que los recuerdos —y sus programa sociales— perdurarán.
Trae también un brazalete con la leyenda “4-F” para conmemorar el fallido levantamiento de Chávez. El “4-F” también adorna las barracas del ejército que están cerca.
“El 4 de Febrero es el día cuando Chávez nos abrió los ojos”, dijo García.
A todos y cada uno de los visitantes, García entrega una copia de la agenda oficial de Chávez para el mandato 2013-2019 que no concluyó. También ofrece un folleto con las últimas declaraciones públicas del mandatario en diciembre, cuando nombró a Maduro como su sucesor.
El golpe de Estado de 1992 de Chávez contra el presidente Carlos Andrés Pérez fracasó. Después dio un mensaje en televisión para informar al país que su movimiento había fracasado “por ahora”. Fue encarcelado dos años y regresó para crear un camino que lo llevó a la presidencia en 1999 y, tal vez, cambió a Venezuela para bien.
“Cuando dijo por ahora, él dijo para siempre. Abrió los ojos. Nos enseñó sobre la revolución, socialismo, la ideología. Chávez vive”, agregó García.